- ¿Qué es eso? – Preguntó Manatorm.
- Un mapa – Respondió Triskothin
Cuando Manatorm vio lo que ponía en el papel adivinó al instante las intenciones del montaraz:
- Tenemos que llevar a Silhia a su casa y decirles lo sucedido a los granjeros, antes de hacer esto.
- Si, pero… ¿Cómo sabemos dónde está su casa? – preguntó el bardo señalando a Silhia
- Desde Bree sé llevaros – dijo Silhia, que había estado escuchando la conversación.
- Un problema menos – dijo Triskothin.
- Aunque lo sepa, primero hay que llevarla a Bree – objetó Bereidan
- Si, pues entonces vayamos rápido – dijo Triskothin.
Partieron con las alforjas de los caballos hasta los topes y cuando llegaron a la granja era casi de noche. Les contaron a los granjeros lo sucedido y el granjero dijo:
- ¡Pero si ella es la hija del herrero!
- ¿Quién es el herrero? – preguntó el bardo.
- El herrero es un comerciante muy famoso en Bree – explicó el granjero -. Se llama así porque es el jefe de una organización de herreros muy grande. Si queréis, os llevo hasta allí
- De acuerdo – confirmó Triskothin.
- Pero antes os daremos de cenar – dijo el granjero.
- Si, estoy hambriento – respondió Manatorm.
Cenaron y durmieron en los establos.
–
Por la mañana partieron hacia la casa del herrero, no sin antes agradecerles a los granjeros su amabilidad permitiéndoles dormir allí. Cuando llegaron a la casa del herrero vieron que lo que les había contado el granjero era verdad. En la calle había numerosas forjas y alojamientos para los clientes que lo pagasen, y muy cerca de allí había un edificio más grande que los demás. El grupo supuso que debía ser la casa. Cuando se acercaron vieron que una criada salía de la casa para recibirlos. Y cuando vio a la niña dijo:
- Pero ¡si es la hija del señor! Pasad, pasad, el señor estará muy contento de ver otra vez a su hija
Cuando llegaban a la puerta un hombre salió casi llorando de la emoción, y supusieron que debía ser el padre de la niña. Abrazó a su hija con fuerza y dijo:
- ¿Dónde estabas, hija mía?
Silhia le contó todo lo sucedido y describió al grupo como sus salvadores.
- ¿Qué puedo hacer para agradeceros el rescate de mi hija?
- ¿Tienes a alguien que pueda comprarnos esto? – dijo Triskothin señalando a las artesanías.
- Podría comprároslo yo mismo. No soy un experto, pero creo que las artesanías podrían venderse por 20 monedas de plata y el espejo por 1 moneda de oro.
- Danos treinta de plata entonces – dijo Bereidan.
- De acuerdo – contestó el herrero.
- Os daré alojamiento y hablaremos de un contrato que me gustaría daros.
Se fueron a la habitación que les había dado y colocaron sus cosas. Una vez se acomodaron fueron a donde habían quedado con el herrero para hablar y vieron que él ya estaba allí. Cuando se acercaron dijo:
- Ya que habéis rescatado a mi hija de esos ladrones me gustaría ofreceros un trabajo.
- ¿Qué clase de trabajo? – preguntó Manatorm
- Veréis, el mes pasado descubrí que mi antiguo contable me robaba dinero, lo despedí y temo que haya represalias – empezó el hombre –. Entonces, como una caravana de mercancías partirá dentro de tres días hacia Aguaburgo, me gustaría que escoltaseis la mercancía y a todos sus integrantes.
- ¿Quién irá además de nosotros? – preguntó Bereidan
- Irán dos cocheros, mi sobrina, su doncella, y su guardaespaldas – respondió el hombre
- De acuerdo – dijo Bereidan
- Me gustaría conocerlos – dijo Manatorm, suspicaz
- Los encontrarás preparando la mercancía en estos instantes – indicó el hombre
- ¿Cuánto nos pagaras? – preguntó rápidamente Triskothin.
- 2 monedas de oro y mejoraremos en la medida de lo posible vuestro equipamiento – respondió el hombre
- ¿Podrías darnos algunas flechas? – preguntó el bardo
- Mañana las tendremos listas – respondió
- Vale, aceptamos – dijo Triskothin
- ¿Quién te ha nombrado jefe? – bromeó el bardo
- Perdón, yo acepto – continuó Triskothin
- Y yo – añadió Manatorm
- Yo también acepto – dijo Bereidan
- Yo voy con ellos – aceptó el bardo
- Y yo – Dijo Raskaputnik. Y, sin más, desapareció por la puerta.
Cuando el resto salieron, se fueron de compras cada uno por su lado. Compraron cosas como cuerda, alambre, antorchas… el bardo compró brea para incendiar las flechas. Al día siguiente se quedaron todos en los alojamientos menos el montaraz y el hobbit, que no aparecía por ninguna parte. Cuando Triskothin volvió dijo que traía hierbas útiles para la misión. Y entonces a Manatorm se le ocurrió una cosa.
- ¿Queréis que os haga algo de madera? – preguntó
- ¿Desde cuándo sabes trabajar la madera? – preguntó Bereidan
- Desde siempre – respondió Manatorm
- Si, ¿podrías hacer unas estacas con unas hendiduras en la parte superior para que si atamos algo no se suelte tan fácil? – sugirió Triskothin
- Si, lo intentaré – dijo Manatorm
Pasaron los días y ya tenían todo el equipamiento preparado. Salieron de Bree antes del mediodía y la sobrina del mercader les contó que el plan era pasar por el sur del camino hasta llegar al bosque viejo. Una vez allí seguirían por el camino hacia Aguaburgo.
–
Pasaron la tarde sin incidentes y acamparon en unas ruinas de una casa cerca de una colina, con un monolito de piedra negra como el hollín muy extraño en su cima. Bereidan percibía algo, pero no sabía decir qué. Ese monolito le daba mala espina, y no estaba equivocado pues un antiguo mal esperaba a ser despertado una vez más. Mientras tanto una pequeña figura apareció por las altas hierbas de la colina y dijo:
- ¡Hola!
- ¡Hobbit! – gritó Bereidan dando un salto hacia atrás del susto
- ¡Jajajajaja! – se rieron los otros tres del grupo
Y como no podían aguantarse Raskaputnik y Bereidan se unieron a la carcajada general. Segundos antes de esto los cocheros, la sobrina del mercader y su doncella habían terminado de preparar el campamento y la doncella se acercó y les dijo que la cena estaba lista.
- De acuerdo – dijo Manatorm –, vamos chicos.
- Ahora voy – dijo Bereidan de mientras se volvía para mirar otra vez el monolito que tan mala espina le daba.
Mientras tanto los otros ya habían terminado de cenar y cuando el último resquicio de luz del sol se ocultó tras el horizonte, y la luna llena empezó a asomar, todos oyeron un susurro que parecía provenir de todas partes.
- ¡Esqueletos! – gritó Bereidan que había venido corriendo desde donde estaba – ¡hay esqueletos en el monolito!
- ¿¡Has entrado ahí dentro!? – gritó el bardo, incrédulo.
- ¡No! ¡Están fuera, son tres! – respondió el hobbit, presa del pánico al ver a los tres esqueletos que salían de la tierra a diez metros del monolito.
- ¿¡Tres!? – gritó Manatorm.
- ¡Calmaos! – grito Triskothin.
- ¿Qué pasa? – preguntó la sobrina del mercader, que se estaba acercando -. Quiero acercarme a ver qué es eso.
- Yo no iría – observó el bardo rápidamente
- Yo creo que un mal como este hay que cortarlo de raíz – dijo el mago.
- Nuestra misión es llevar la mercancía a la comarca – intervino el guardaespaldas.
- Tú obedeces mis ordenes – dijo la mujer – y quiero ir allí.
- Yo también creo que no habría que precipitarse, los esqueletos todavía no nos han ataca… – comenzó Manatorm
- Tú obedeces mis ordenes – repitió la mujer
Y al final se fueron acercando, pero con mucha, cautela a los esqueletos que patrullaban en círculos a unos pasos del extraño monolito. Una vez estuvieron a tiro de flecha del monolito, los esqueletos se detuvieron, se volvieron y miraron al grupo. En ese momento la mujer dio unos pasos hacia atrás:
- Ya he visto suficiente
- Vámonos – dijo el guardaespaldas
- Si, vámonos – añadió el bardo
Se fueron de vuelta a las ruinas y montaron guardias. Nadie, salvo el mago que posiblemente había visto algo así con anterioridad, durmió nada. A la mañana siguiente, cuando despertaron, partieron en seguida a pesar de que los esqueletos ya habían desaparecido. Pasaron el día sin más incidentes que el aullido de algún lobo en la lejanía y acamparon al anochecer a cierta distancia del bosque viejo, junto a un pequeño grupo de árboles. Se repartieron las guardias y cenaron. En la primera guardia estaban Bereidan y Triskothin que vieron por el rabillo del ojo un pequeño movimiento hacia el este del campamento. Cuando Triskothin se fue a dormir avisó a Manatorm de lo que había visto y se echó en la hierba. Unos minutos después de eso vieron siete figuras que se acercaban en las sombras y Bereidan despertó a los demás. Se encaramaron detrás de los carros y Manatorm gritó:
- ¿¡Que queréis!?
- Queremos la mercancía – mintió uno de ellos, no muy bien.
En ese momento Triskothin reaccionó y fue corriendo hacia la hija del mercader y le puso la daga en el cuello
- ¡Marchaos o mato a la chica!
- ¡Socorroooo! – gritó esta
Triskothin intentó darle un tortazo a la chica, pero esta aprovechó para escapar e irse con los bandidos. Entonces una flecha en llamas pasó por encima de Manatorm y fue a dar en uno de los seis bandidos que se acercaban a ellos. Después los bandidos cargaron, dos a por Manatorm, otro a por Bereidan y dos a por Raskaputnik. Manatorm se encargó rápidamente de los suyos en dos golpes y Raskaputnik le lanzó una pedrada a otro que se le incrustó en las costillas. Bereidan, como sólo se enfrentaba a uno, lo durmió con un hechizo y fue rápidamente a rematarlo con su daga. Otro bandido con espada se acercó corriendo a Manatorm y Triskothin le disparó una flecha en la cabeza que lo mató. Por último, otra flecha en llamas voló hacia el que quedaba, pero Raskaputnik ya lo había tirado al suelo. Manatorm y Triskothin se subieron en sus caballos y fueron rápidamente en la dirección que había ido la chica. El bardo fue a despertar al guardaespaldas, pero vio que no tenía pulso. Minutos después Manatorm y Triskothin volvieron con la chica y un hombre de unos 20 años, atados.
- Son novios – dijo Triskothin sin cortarse
- Pero ¡si es el antiguo contable del señor! – dijo la doncella, asombrada al ver al hombre
Cuando se relajaron se encargaron de las heridas leves que tenían, se fueron a dormir y continuaron con las guardias. Al día siguiente se dirigieron al camino y, cuando llegaron a la comarca y entregaron la mercancía, el mercader les ofreció alojamiento. Mientras los demás descansaban, Bereidan, que había comprado una pipa por la tarde, se fue a fumar un poco con los hobbits del pueblo.
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